domingo, 11 de noviembre de 2007

Enfermedad incurable

Era la mañana de un frío día de invierno., en la extraña calma de la sombría casona de los Peralta. Milena, como todos los días, se levantó a desenvolver su apacible rutina.
Rubén, como de costumbre, hacía horas que había partido a su trabajo.
Los Peralta eran un matrimonio de un buen pasar económico, el que habían alcanzado a lo largo de los veinte años que llevaban de casados.
No siempre esto fue así, sus comienzos fueron difíciles, llenos de privaciones y necesidades. Pero el gran el gran amor que había entre ambos tenía el poder de superarlo todo.
Milena y Rubén trabajaban duramente, ella ayudaba a su marido, quien seguía la carrera de medicina, un sueño que quería concretar. En cambio el sueño de su amada era una casona radiante, con la inquita presencia de varios hijos.
Al cabo de unos años, Rubén se recibió, todo era algarabía y proyección entre la pareja. Su gran capacidad le hizo ganar renombre muy poco tiempo, con lo cual comenzó a trabajar mucho más y a ganar mucho más dinero también.
Al año, dos grandes sueños de los Peralta se hacían realidad: Rubén le había comprado su casa a Milena, y ella esperaba su primer hijo. Su felicidad era casi plena, sus proyectos y anhelos se hacían realidad, pero la traicionera soledad comenzaba a perturbar la mente de Milena.
Rubén trabajaba demasiadas horas, en las que Milena distraía sus pensamientos con los preparativos de la habitación que iba a ocupar su primer bebé.
Ya habían pasado tres meses de embarazo, cuando Rubén recibió una llamada en el consultorio de la clínica donde trabajaba, que paralizó su respiración y heló su sangre, una ambulancia llevaba a Milena a la clínica, con un fuerte dolor abdominal y una enorme hemorragia. Nada se pudo hacer para salvar a aquel tan esperado retoño.
Milena fue sometida a muchos estudios, los cuales arrojaron que nunca más iba a poder concebir. Esto debilitó el corazón de ambos y perjudicó aún más la perturbada mente de milena.
Por su parte Rubén, quien amaba la medicina tanto como a su esposa, no se podía conformar con el hecho de no haber podido hacer nada por ella. El sentimiento de culpa fue creciendo dentro de él, viendo cómo Milena perdía contacto con la realidad y se aislaba de su amor. Entonces comenzó a distraer su mente, yéndose cuando Milena no se había despertado, y llegando cuando ella ya dormía, así la soledad fue haciendo al fin un trabajo en la mente de Milena, quién creía que su marido, además de no amarla, le era infiel.
Lo que una vez fue una hermosa historia de amor, se terminó convirtiendo en una vida monótona, fría y vacía. Eso demuestra que el dinero no puede comprar los sentimientos, la salud, ni curar esa terrible y común enfermedad llamada celos.


Aida Silvera
3roB

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aida tu cuento esta buenisimo parece una historia real "te felicito".