domingo, 11 de noviembre de 2007

La daga

Contemplando aquel atardecer y las arenas cálidas de aquel paisaje, se encontraba Susan. Cuántos recuerdos que como fotos recorrían su mente. Cuántos años habían pasado desde aquel día en que su vida y la de David habían cambiado para siempre.
Se detuvo en el recuerdo de su boda con David, cuánta felicidad; había sido una boda hermosa donde habían concurrido sus amigos y compañeros de aventuras. Todos sabían que Susan y David eran buenos anfitriones, amantes de las aventuras y largos viajes por el mundo. Entonces decidieron que el regalo ideal para su luna de miel sería, un viaje a Egipto. Un lugar que aún no conocían. Susan le había regalado a David una daga de plata y su puño estaba tallado en oro, donde se observaba la figura de un farón. David estaba fascinado, pero él también tenía el regalo que le daría a Susan, y que adornaría el dormitorio de su gran mansión; era un hermoso cuadro con el paisaje de un desierto que evocaba un atardecer en ese lugar lleno de encanto y misterio.
David era un famoso arqueólogo, conocido por sus grandes hallazgos y este viaje, además de ser por placer sería importante para su trabajo. Ya instalados en el lugar, se dedicaron a conocer la cultura del país, haciendo largos paseos que finalizaban al anochecer; disfrutaban de fiestas y lugares donde se ofrecían espectáculos para turistas. Todo era perfecto, se los veía felices y muy enamorados. Pero en una de esas noches, cuando disfrutaban de una fiesta con amigos; conocieron a Salma quien era dueña de una belleza misteriosa. Una joven de poco más de veinte años, de ojos azules, cabello negro, y piel dorada por el sol. Nadie podía evitar contemplar tanta belleza; bailaba descalza al compás de aquella extraña danza, que movía su cuerpo como una suave brisa. Desde ese día David comenzó a a sentirse atraído por salma. Luego de varias salidas con sus amigos, donde Salma siempre los acompañaba, David trató de acercarse a ella.
Salma era una joven ingenua que recién comenzaba a vivir y también se estaba sintiendo atraída por él. Sabía que tener una relación con David no era correcto, que echaría a perder la linda amistad que había comenzado con Susan. Su corazón la traicionó, y también traicionó la confianza de su amiga. Cuando se dio cuenta, ya era tarde y había comenzado una relación oculta con David. Fueron pasando los días y se hacía imposible no ver aquellas miradas cómplices que delataban aquella relación. Ya Susan sospechaba que algo pasaba entre ellos.
Una noche Susan regresaba a su apartamento y al abrir la puerta escuchó una fuerte discusión que venía de la sala. En silencio y con cuidado, se quedó escuchando. Las voces eran de su esposo y Salma. Ella quería terminar la relación y él se había convertido en un ser despiadado que no escuchaba ni estaba dispuesto a dejarla. Entre gritos y amenazas, golpeó a Salma duramente, ella, en medio del llanto y el dolor, tomó la daga que decoraba el escritorio de la sala. Intentó defenderse desesperadamente, cuando de pronto el frío filo de la daga se instaló en su corazón. Aquellos hermosos ojos azules comenzaron a cerrarse y un gesto de desesperación deformó aquel rostro angelical.
Escondida, Susan observaba con horror la escena; apretando su boca con la mano para no gritar, sigilosamente se fue del lugar. David, desesperado, en medio del llanto y la confusión se llevó el cuerpo sin vida de Salma y lo depositó debajo de las cálidas arenas del lugar. Susan amaba a David y no podia ni siquiera pensar en que podría ir a prisión, y decidió callar.
Su silencio la llevó a la locura; algún tiempo después, Susan ya se había quedado sin habla, los recuerdos habían trastornado su mente; sólo las imágenes horribles de aquel día convivían en su cabeza, y David, cuya conciencia no lo dejaba en paz, y la culpa lo atormentaba todo los días de su vida, al ver a Susan tan distante y perdida en lo profundo de sus recuerdos, sin saber cuál fue el motivo de su locura, tomó la decisión de terminar con tanto tormento para los dos. Esa misma noche tomó la daga, contempló a Susan que miraba absorta aquel cuadro misterioso, se puso junto a ella ya apoyó la afilada daga sobre el pecho de Susan. Sólo un escalofrío recorrió el cuerpo de Susan, que sin aliento quedó inmóvil sobre la cama, mientras que David con lágrimas en los ojos volvió a empuñar la daga y atravesó su corazón sin piedad. Mientras el frío comenzaba a apoderarse de su cuerpo y su respiración se iba acabando, creyó ver la bella figura de Salma plasmada en aquel paisaje que se erguía frente a ellos. Pocas horas después, sus cuerpos ya sin vida fueron encontrados sobre la cama, con sus ojos abiertos en dirección al cuadro que alguna vez, fue motivo de alegría para los dos.

Eliana Cedrés
3roB

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