martes, 2 de octubre de 2007

VÉRTIGO

Todo sucedió muy rápido, en un momento el gris del asfalto extendiéndose como una serpiente coronada de luces, y en otro, nada. Un silencio sepulcral lo invade todo y ese olor, ¡qué olor!.Los ojos de Roberto volvieron a la vida devolviéndolo de lo más profundo de oscuridad, oscuridad pegajosa y negra que se negaba a dejarlo ir.
De pronto Roberto recordó todo, el desayuno liviano, la ducha de la mañana, y el apurado viaje que lo llevaba al trabajo .Un pesado día de trabajo y la vuelta a casa, el rostro de una niña , pero ¿cómo estarían en la casa? .
Su esposa Mabel, la encontraba más hermosa que a ninguna otra, hermosa como la primera vez que se conocieron. Recordaba ese momento cinco años atrás, la boda que fue bastante rápida y el nacimiento de Damián.
Casi en seguida de casarse Mabel se encargaba del cuidado de “Damiansito”, como ella cariñosamente lo llamaba, Roberto pasaba la mayor parte del tiempo en su trabajo.¡Se le presenta un prometedor futuro! , le había dicho su jefe, y Roberto a pesar de tales palabras no se sintió para nada conmovido. La puerta del auto se abrió repentinamente, y las luces de los grupos de rescate se apoderaban de todos los rincones del vehículo.
Roberto siempre fue una persona de carácter fuerte, y de gran poder de decisión, tales cualidades le habían ganado la administración de su jefe, y su jefe, rápido ascenso dentro de la empresa,¡muy rápido! pensó como todo en su vida, y ahora nada,¡nada!.
Se vio de pronto arrancado de sus pensamientos por las voces de policías, bomberos, periodistas que cubrían el accidente y curiosos ávidos de ver saciado el morbo de ver algún cuerpo destrozado o algo parecido.¡El vehículo se desbarrancó a más de 100Km por hora en una curva peligrosa de la ruta 14!,escuchaba Roberto a una periodista televisiva , transmitiendo en directo.¡Las causas del accidente radicarían en una falla en el sistema de frenos!,continuaba escuchando cuando de pronto se sintió embargado por el olor ¡ese olor!.
¡Rápido!,¡todo fue muy rápido!,rápido como su vida, como una estrella fugaz cruzando el firmamento infinito del tiempo.
Solo el olor,¡ese olor!, y el rostro de una niña de negros cabellos, eran los recuerdos más recientes que ahora en oleadas se golpeaban en su mente.
¿Pero qué relación tendrán?,¿por qué ese olor y el rostro de esa niña?. Preguntas, y más preguntas. Una tras otra y ninguna respuesta. Todas estas preguntas se habían apoderado de Roberto cuando de pronto descubrió que nadie parecía prestarle atención, nadie vino a prestarle auxilio, al enterarse de su estado de salud, pero lo qué lo lleno de espanto, lo qué lo arranco de sus cavilaciones fue él mismo, la ausencia total de dolor, y la total ausencia de heridas, productos del accidente .Entonces la vio, avanzaba como en un sueño entre la gente. La negrura de sus cabellos, se confundía con el negro de la noche, y entonces el viento le trajo como en un juego macabro que jugueteaba con los negros cabellos de la niña un olor nauseabundo,¡ese olor!.¡Ya es la hora! Dijo la niña, al tiempo que una unidad forense cargaba con un cuerpo inerte, el único cuerpo recuperado ya sin vida del interior del vehículo. ¡Ahora lo comprendo todo!, el rostro de esa niña y el olor ¡ese olor!. Las preguntas ya tienen respuesta, la muerte se presenta de muchas formas y con rostros diferentes pero hay algo qué la muerte no puede cambiar jamás; es el olor, “el olor de la muerte”.
Roberto perdió la vida a los 30 años de edad en una curva peligrosa a más de 100Km/h. Rápido, muy rápido como todo en su vida, “vida fugaz”.
Caminaba Roberto ya de la mano de la niña recordando el embriagante momento que sentía producto del vértigo de la velocidad a la cual amaba tanto como a Mabel,”su Mabel”, qué ya no seria suya. Y otro tipo de vértigo lo invadió, no vértigo, sintió de nuevo el horror ya que en el vestido se alojaban dos pequeñas manchas, las cuales a Roberto no se le pasaron por alto. Eran dos pequeñas manchas de líquido de frenos.


Celmar Oviedo

3ro A

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